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Héctor Gamboa Quintero
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por Mary Castro/Periodista
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El reloj de la presidencia municipal de Acaponeta dio las cinco de la tarde y justo comenzó el homenaje a Héctor Gamboa Quintero en la casa de la cultura cuya biblioteca lleva su nombre y a la que donó una importante cantidad de libros.
Durante 40 minutos exactos y con el pueblo de Acaponeta ahí reunido, hicieron uso de la palabra sus hijos Rafael, Héctor y Lot, quienes integran “la Cofradía”, el presidente municipal Saulo Lora, los compañeros de su generación, sus amigos de la infancia, Socorro Varela, Abigail Villalobos, Rafael Díaz, Pepe Morales, Roberto Contreras, Jorge Gutiérrez, Fernando Arciniega, Elías Chan y el diputado Roberto Lomelí Roberto Contreras, entre otros.
Al Abogado, escritor, ensayista y periodista se le calificó de cínico encantador, de galán poeta, de líder, de guía, de extraordinario amigo, se recordó su buen humor, la fantasía de su palabra, de como disfrazaba el amor con indiferencia, de sus anécdotas, de su ironía, de su magia y de su doble sentido al hablar de aventuras extraordinarias.
El aplauso la tarde del sábado en la casa de la cultura en Acaponeta, fue largo y muy sentido, para un hombre que amo la vida y se dejo amar por la vida, con quien platicar era como leer un libro, un hombre que encontró en su soledad y en sus letras la fortaleza de su espíritu, un espíritu que ahora esta con Ali Chumacero, el poeta mayor, que lo amó como su contemporáneo, como su paisano.
Y no es fácil coincidir, pero Héctor y Ali pudieron hacerlo, una pareja de pillos sin vergüenza como les dicen con cariño sus amigos de Acaponeta. Alí en la ciudad de México, Héctor en la capital nayarita. Nos hicieron la última broma, se pusieron de acuerdo y como amigos intensos decidieron marcharse juntos, la misma noche de luna plena, viernes 22 de octubre del 2010.
Héctor Gamboa, gran amigo, conversador incansable, con un fino sentido del humor, generoso en sus relaciones, de extraordinaria cultura general e innegable don de gentes, reconocido hombre de leyes y de letras, pródigo escritor de ensayo y de novela.
Autor de casi cuarenta libros, según sus lectores, aunque el decía que eran casi veinte fue considerado por la crítica como una carta visible en la actividad literaria del país.
Coordinador de la casa editorial La Rosa Blindada fue el sello que publicó sus libros entre los que destacan “El fideicomiso mexicano”, “El pícaro refrán”, “Ocho fábulas criminales”, “Así fue”, “Picafranes sonámbulos”, “La mosca”, “Breve historia de Licaon, hombre lobo poeta”, “Redes”, “El Regreso”, “Hotel Durero”, “Va de nuez”, “Cementerio”, “Las Malas Costumbres”, “Camaleón”, “Yo Aztlán” una autobiografía novelada; “Confesiones de un ladrón”, “La Nao de Noé” y “Escritores Suicidas” por cierto este último el más vendido y traducido a varios idiomas.
Sin embargo el recomendaba leer “Donde el frijol se enreda en la caña”, porque “es el toponimio de Acaponeta, la ciudad mas importante de la costa del pacífico, donde yo naci. Es una especie de testimonial anecdótico donde hablo de la gente de allá, pero por escrito, verbalmente no, me da pena” y reía. Cuando lo entrevistaban declaraba que aspiraba a ganar el premio nobel de literatura y que su mas caro proyecto era reducir su harem “porque estoy muy solicitado por ese rumbo”. Lo que quedó en el tintero fue un libro que prometía hablar de las cosas que no se saben de Alí Chumacero “sucede”, decía “que yo soy amigo del Alí y quiero hacer un libro sobre cosas curiosas como que no le gustaba su nombre que era Antonio Eustolio Mohamed Alí, nombre enredoso y estrambótico, logramos que legalmente quedará en el corto y sonoro Alí” y rompía en carcajadas.
Obtuvo el Premio Nayarit de Periodismo en el 2003 y su colaboración ensayística fue constante en medios nacionales y locales. Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México impartió como profesor titular las cátedras de Filosofía y Sociología en la escuela preparatoria número 3. Fue funcionario municipal, estatal y federal. Presidente de la Fraternidad Nayarita y Presidente de la corresponsalía en Tepic del Seminario de Cultura Mexicana. Colaboró con los gobiernos del Estado de México y de Nayarit como jefe de asesores de la Secretaría General del Gobierno y asesor del H. Congreso del Estado.
Su última obra “El silencio de la media noche” pareciera su despedida, no lo alcanzó a presentar pero lo haremos sus amigos a quien nos pidió nos tomáramos un buen trago de whisky en su honor.
El escritor también pidió que en sus exequias fúnebres se leyera el poema "Post Morten” de su autoría y del libro que no vio la luz pública titulado “doce poemas eróticos, perversos, locos...”
Te ruego leer mi epitafio, este triste adiós que será definitivo para siempre a cambio pido que prometas firmemente que la voz no va a quebrarse en tu garganta, que la humedad no empañara tus ojos, que el corazón no rinda la plaza a la tristeza…
Queda por tanto prohibido el discurso que mencione mis bondades
Lo mismo que el suspiro y que juren me echaran de menos…
Aunque he de confesarles que un día reuní todo el talento para contar la mejor de mis historias y sino la escribí, ni fue mi culpa... me lo impidieron necias, una tras otra, mis mujeres…
Al final no me importó la falta de un gran premio que me hubiera dado pasaporte para un lugar de gran encomio…
Nadie habrá que pronto se restablezca de la ausencia oportuna, de mi figura en la mesa, de lo que pertreñó mi pluma, de mis proyectos de gloria, de las gratas celebraciones, de mis viejas tristezas…
Saben en el fondo, que si a un paraíso van, a conocerlo irán seguros, pues en ese lugar en mesa de pista, sereno y tranquilo, los espera un amigo: Héctor Gamboa.
Frases de otros:
“… Ahora en Acaponeta y con un sol que mordía lo despedimos en el panteón municipal, creo que no estaba muerto ni lo estábamos enterrando, más bien creo que lo estábamos sembrando y florecerá”. Olegario Zamudio
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